La dermatitis atópica es uno de los trastornos de la piel más comunes entre la población. Es una enfermedad crónica y de carácter hereditario que cursa con síntomas realmente molestos, el más común es el prurito o picor en la piel, entre otros.
Otros síntomas de la dermatitis atópica:
- Piel seca
- Eczemas
- Inflamación
- Sarpullidos con comezón y enrojecimiento
- Ampollas y descamación
Según el grado de atopía (que puede ser: leve, moderada o severa) aparecen más o menos síntomas, pero en todos los pacientes existe un prurito importante. Se ha establecido que la piel de las personas atópicas carece de ciertas proteínas que mantienen la función barrera de la piel. Esto causa una pérdida de agua transepidérmica que inicia el proceso atópico.
Por otro lado, está demostrado que los pacientes con dermatitis atópica tienen una predisposición individual a padecer enfermedades de origen alérgico como: rinitis estacionales, conjuntivitis, urticarias, asma, etc. No obstante, la dermatitis no es causada por alergias.La dermatitis atópica no es contagiosa ni infecciosa; está considerada como un trastorno crónico de la piel, ya que el paciente atópico lo es toda su vida. Bien es cierto, que puede haber temporadas en las que no aparezcan los síntomas.
Este trastorno suele ser más frecuente durante la infancia. Se estima que hasta un 20% de los niños han tenido alguna vez algún grado de dermatitis atópica. Aunque esta enfermedad puede presentarse a cualquier edad.
Existen factores que pueden empeorar los síntomas de la dermatitis atópica como:
- Alergias al polen, el moho, los ácaros del polvo o los animales
- Resfriados o gripe, y el aire seco en el invierno
- Contacto con materiales irritantes y químicos o ásperos como la lana
- Piel seca
- Estrés emocional
- Resecamiento de la piel por tomar baños o duchas frecuentes o nadar con mucha frecuencia
- Enfriarse o acalorarse demasiado, o cambios súbitos de temperatura
- Perfumes o colorantes en lociones o jabones para la piel
La dermatitis atópica puede clasificarse en 3 tipos, en función de la edad del paciente (lactante, infantil o adulto) y según la zona dónde se produce.
En bebés (menores de dos años):
- Cuero cabelludo
- Rostro (mejillas, drente y lóbulo de la oreja)
- Dedos de las manos
- Tronco
- Caras extensoras de las extremidades.
En algunos casos remite entre los 18 y 24 meses de edad.
Niños (entre 2 y 10 años):
- Zona perioral
- Nuca
- Pliegues de las zonas de flexión (codos, muñecas, rodillas y tobillos)
- Dorso de las manos y los pies
En ocasiones, entre los 2 y 5 años remiten los síntomas de manera espontánea.
Adultos (Mayores de 10 años)
- Cara (mejillas y zona perioral)
- Nuca y cuello
- Pliegues de las zonas de flexión (codos, muñecas, rodillas y tobillos)
- Dorso de las manos y los pies
- Caras extensoras de brazos y muslos
Diagnóstico
Es importante que el diagnóstico de la dermatitis atópica lo realice un dermatólogo porque podría confundirse con otros tipos de dermatitis u otras patologías de la piel como: dermatitis seborreica, infección por hongos, rosácea, sarna o dermatitis de contacto y alérgica.
Tratamiento
La dermatitis atópica no tiene cura, no obstante pueden mantenerse los brotes bajo control. Y en el caso de un episodio agudo pueden regularse los picores y la hidratación de la piel.
A nivel médico, se suelen recetar los corticoides tópicos en forma de crema, loción o pomada.
Lo ideal es seguir siempre las indicaciones para evitar posible efectos adversos y no saltarse ninguna aplicación. Esta debe hacerse con una pequeña cantidad de crema, bien extendida, y tras la absorción de esta crema con corticoide, aplicar una crema emoliente que hidrate la piel.
Los antihistaminicos via oral y los inmunomoduladores como el tacrolimus, aplicados vía tópica, también dan buen resultado; así como las pomadas con antibiótico cuando los granos están claramente infectados. Consejos
Como hemos visto, la dermatitis atópica es un compañero de largo recorrido y que nos interesa mantener a raya. Cuidar nuestra piel con lociones hidratantes es primordial, pero también lo es no consumir alimentos que la provoquen como: los frutos secos, el marisco y ciertas frutas ricas en histamina. Tampoco es bueno sobrepasarse con los baños y las duchas o usar geles muy agresivos con la piel. Revisar siempre el codigo INCI de las cremas o consultar a nuestro farmacéutico al elegir un gel de baño o loción puede marcar la diferencia.
La sábila o aloe, la manzanilla, la caléndula, el aceite de hipérico, la cúrcuma y la zanahoria son buenos remedios naturales.